Cuando aparece un nuevo y magnánimo hecho de corrupción, de esos que el escándalo sacude nuestros cimientos compartidos, sería deseable que el debate reflexivo (el juicio político propiamente dicho) no se concentrara sobre quién aportó los datos, sino sobre una pregunta mucho más importante: la validez pública de los mismos, sobre los actores involucrados en su manipulación y resguardo, sobre la cadena de responsabilidades y rendición de cuenta en el manejo de la información pública. Esto ayudaría a que los ciudadanos de a pie, como Usted y como yo, podamos razonar basándonos en evidencias, antes que de la mano de teorías conspirativas.