¿SEÑOR, LE LLEVO LAS VALIJAS?

DANTE AVARO( 20 de diciembre de 2018)

Recientemente en Buenos Aires, en el marco de la Cumbre del G20, China y Estados Unidos lograron un impasse cuya duración es relativa. Mientras acá, en Buenos Aires, los presidentes cenaban en el Palacio Duhau, en Vancouver se procedía a la detención de Meng Wanzhou (alta ejecutiva del área financiera y heredera del gigante tecnológico Huawei). Así como John Bolton (consejero del Consejo de Seguridad) dijo tener conocimiento sobre la orden de detención con antelación al encuentro, me imagino que el Ministerio de la Seguridad del Estado (servicio de inteligencia chino) también lo sabía. Aún así se concertó la tregua, a sabiendas que la victoria pírrica no duraría más allá de los postres.

Se ha dicho, y con algo de razón, que la tregua es para sopesar los costos de una guerra comercial que muchos estiman inevitable, aunque otros quieran posponer a toda costa. En este sentido las treguas son parte de los procesos de negociación. Sin embargo, en ellas no siempre los actores involucrados tienen un conocimiento certero sobre los diferentes aspectos que la constituyen, aunque resulte cierto que en dicho proceso cada quién tenga, o crea tener, por separado un fragmento de certeza sobre lo que tiene o le conviene hacer. Si eso sucede en los actores de primera línea, no se puede esperar mucho más de los analistas y académicos. Hay asuntos que se pueden comprender y otros que ignoramos por completo. La disputa chino-americana parece caer entre los últimos. Sin embargo, tenemos la obligación de intentar reflexionar con la escasa información disponible. En este caso iré en la dirección que más me interesa: el régimen democrático y los valores que lo fundan y sustentan.

Este asunto de la ejecutiva de Huawei parece tener, al menos, dos aristas bien claras: estructuración de mercado y espionaje industrial (y del otro). Aunque Trump y Trudeau se hagan los desentendidos para no afectar la tregua, lo cierto es que no se puede ocultar que la Unión Europea comenzará el año próximo a debutar con la red 5G y Huawei es una empresa muy bien posicionada para participar en esa competencia. A nadie se le escapa que Huawei Technologies CO LTD y ZTE Corporation lideraron el año pasado el registro de patentes, haciendo que China ocupe el primer lugar en tecnologías de comunicación digital. Por otra parte, sobre Huawei recae la acusación de violentar las sanciones que existen desde EEUU hacia Irán. Pero no sólo eso, también la sospecha de que ZTE, una empresa proveedora y estratégica para el liderazgo de Huawei, provee de tecnología a Irán y Corea del Norte.

Desde cierta perspectiva este asunto no parece ser más que una feroz competencia por el control sobre las tecnologías que estructurarán el mercado de la inteligencia artificial en los próximos años. Es decir, todo parece encuadrarse en una típica guerra comercial, segmentación de mercado y por el control del patrón tecnológico-productivo. Sin embargo, conservando la perspectiva, pero levantando la mirada, el asunto parece ser otro: mutaciones de la democracia y sus valores. Lo que está en juego es la relación entre el control sobre las tecnologías de inteligencia artificial y el futuro de la democracia.

Muchos analistas venimos advirtiendo que las tecnologías de inteligencia artificial y su capacidad para generar trazabilidad ciudadana constituyen un problema nuevo y serio para nuestras democracias. El seguimiento en tiempo real de la conducta de los individuos, además de la recolección, almacenamiento, procesamiento y análisis inteligente de preferencias, gustos, sentimientos, actitudes, emociones, entre otros aspectos de la compleja y variada vida de las personas, resulta ser un problema crucial para nosotros. Y lo es porque vivimos en regímenes democráticos, aunque imperfectos, pero lo suficientemente consolidados para contar con ciudadanos con sus correspondientes haz de derechos y valores que sustentan las prácticas de la libertad. Un asunto muy diferente son las tecnologías de trazabilidad ciudadana que se han desarrollado, testeado y perfeccionado a la sombra de regímenes políticos no-democráticos, donde hay población, pero no ciudadanos.

Para China no sólo resulta atractivo comercialmente exportar sus tecnologías de trazabilidad ciudadana, sino imprescindible desde la perspectiva del liderazgo tecnológico. Este conjunto de tecnologías variadas (reconocimiento facial, patrón de venas, iris de ojos, entre muchas otras) que actualmente utiliza para llevar adelante su sistema de crédito social no sólo constituye un nuevo segmento de exportación, sino una forma de relacionarse con regímenes políticos en donde la democracia está ausente o bien raquítica (Venezuela, Zimbabue, Malasia, entre otros).

De este modo nuestras democracias, con todas sus limitaciones y restricciones, se enfrentan a un doble desafío: a las tecnologías que hacen posible la trazabilidad ciudadana y los sistemas de videovigilancia, pero al mismo tiempo a la existencia de regímenes políticos no-democráticos que permiten experimentar, perfeccionar y consolidar dichas tecnologías.

Antes de terminar una última reflexión para darle sentido al título. En los años ochenta del siglo pasado tuve un profesor de Historia bastante nacionalista, en realidad era, para decirlo sin medias tintas, redomadamente anti anglosajón. Para tener, como se suele decir en estos casos, la fiesta en paz y hacer que las cosas fueran más llevaderas inventé un chiste. En cierta ocasión le pregunté: ─ Si nos ubicamos en el puerto de Buenos Aires a principios del siglo XX ¿Cómo detectamos a un británico? No supo que responderme. Y le dije: ─ Muy simple, es el único al que los residentes de Buenos Aires le llevan las valijas. Tuve tanto éxito con el chascarrillo que me lo hizo repetir en más de una ocasión, mi mala fortuna en cierto modo benefició al resto de la clase. Mientras escribía esta breve nota me acorde de aquél chiste y creo que tiene mucha vigencia. Por unos cuantos swapschinos nuestra clase política le ha permitido a la República Popular China construir una fortaleza sin saber que harán, me refiero al predio ubicado en Neuquén y que se identifica bajo el nombre de Satellite Launch and Tracking Control General. ¿Señor, le llevo las valijas? No es sólo una pregunta, parece constituir una práctica que a nuestra clase política le resulta difícil cambiar.

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