Él era una persona curiosa, pero no ambiciosa. Su forma de ser me enseño que se puede ser ambicioso mas no curioso. Lo que da por resultado: egoístas fracasados, exitosos cretinos, cretinos a secas, muchos resentidos y una multitud de estúpidos. Su curiosidad no tenía límites, su audacia tampoco. Me hablaba siempre de múltiples temas y, siendo o no su objetivo vital, me empujaba, también, a hacerlo. Uno de sus temas preferidos era la educación y el trabajo, para él todo se remitía a la “escuela”. Su curiositas, no la virtud de la studiositas, lo empujaba a versiones alternativas, pero recurrentes, del mismo tópico: las personas educadas sólo pueden serlo en esferas acotadas, los incultos estamos condenados a vivir incultamente en todas.