Parece ser que no hay nadie que le haga entender al presidente Macri que no debe buscar la reelección. La suerte ya está echada. Su discurso en el Congreso Nacional reforzó su aspiración. En cierta medida le hablo a todos, pero le susurro a sus seguidores, a sus votantes. De igual forma, la reacción de la oposición se dirigió a los suyos. Es el juego de la democracia. Pero el asunto aquí no es que la oposición, criticando al oficialismo como es de esperar, se dirija vehementemente a sus votantes, sino que el presidente se encuentre impedido de susurrar a los ciudadanos. Los problemas que enfrenta la economía argentina son tan gigantescos que Macri decidió minimizar los daños colaterales. Si fuera por él y por sus asesores, como ya lo he anotado en otro lugar, calladito se vería mejor. El lema parece haber sido: “perdido por perdido le hablamos a los nuestros”. Por esa razón cuando el trabajador le solicita una rendición de cuentas por lo hecho, el presidente lo abrazó, pensando que el abrazo sustituye a las palabras. Las emociones funcionan cuando las palabras sobran, pero cuando mandan las palabras las emociones son un obstáculo comunicacional. El presidente no logra entender este asunto. Aun así, le reconozco que es tozudo.