LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELAY LA FALACIA DEL CALVO

DANTE AVARO (6 de junio de 2018)

La sociedad venezolana está viviendo una tragedia que sólo el transcurso del tiempo permitirá develar su alcance y profundidad. El largo proceso de des-democratización que viene atravesando Venezuela se ha convertido en un auténtico foco de alarma para la comunidad democrática internacional. Sin embargo, para los ciudadanos argentinos es algo más: Venezuela se convirtió en el espejo en donde se mira la democracia argentina. Así, la tragedia que viven los venezolanos puede ser aprehendida en prospectiva (qué podemos hacer) y en retrospectiva (qué podríamos haber hecho). De cara al futuro, debemos exigir, a través de todos los canales institucionales disponibles, que nuestras cancillerías trabajen denodadamente para presentar alternativas políticas antes que los espacios de diálogo institucional desaparezcan por completo en el hermano país. Esto sin perjuicio de prepararnos para ofrecer ayuda humanitaria oportuna, puesto que será inminente. Preguntarnos qué podríamos haber hecho, lejos de ser un ejercicio contrafáctico ocioso, resulta una forma interesante de analizar qué le sucedió a Venezuela.

A nadie se le escapa que hay tantas definiciones de democracia como demócratas y ciudadanos que la piensan y defienden, sin embargo, la democracia existe con independencia de cuáles son nuestras aspiraciones para con ella. En la región, hemos aprendido esa lección con los procesos de transición democrática: hay un conjunto de instituciones, procedimientos y funcionamientos que permiten separar la democracia de los regímenes no-democráticos. Pero la persona lectora también sabe que la democracia es un arreglo institucional frágil. La democracia para seguir siendo democracia debe de seguir produciendo democracia. Mientras la transición a la democracia consiste en el arduo trabajo de pasar de una no-democracia a una democracia, la des-democratización consiste en el proceso en donde la democracia comienza a dejar de producir democracia mientras todavía es democracia. La des-democratización, como aquí la presento, tiene una complejidad propia diferente de los casos abruptos de quiebre democrático. La des-democratización es paulatina y muchas veces imperceptible, incluso, a la atenta mirada de los demócratas.

Algunos datos pueden ayudar a interpretar la realidad venezolana. Tomando datos del índice de “estatus democrático” generado por Bertelsmann Stiftung se puede apreciar el deterioro de la calidad democrática venezolana, pasando del 6.2 en 2006 al 4.5 en 2014 (ver gráfico infra). Sin embargo, otros índices como el Índice de Desarrollo Democrático (Poli-Lat), Democracy Ranking of the Quality of Democracy, Democracy Index The Economist le otorgan una baja calidad democrática pero no muestran una caída considerable de la misma a lo largo del mismo período. Estos indicadores pueden haber estado midiendo, para el caso de Venezuela, que la calidad de la democracia no mejoraba, pero, ahora lo sabemos, no estaban reportando cómo empeoraba, es decir, cómo la democracia estaba comenzando a dejar de producir democracia. Y es que esto no es fácil de detectar.

En 1995 el 60% de los venezolanos encuestados por Latinobarómetro consideraban a la democracia preferible a cualquier otra forma de gobierno, pero sólo un 36% estaba satisfecho con ella. Estas cifras eran muy parecidas al promedio de América Latina. Para el año 2011, el 77% de los venezolanos, a diferencia del 57,39 del promedio latinoamericano, sostenía que la democracia era preferible a cualquier otra forma de gobierno; mientras que un 45% estaba satisfecho con ella, cifra superior al promedio regional. En el año 2000, el 63% de los venezolanos encuestados por Latinobarómetro percibían que el Estado podía resolver los problemas (sólo un 45% en el promedio regional), para el año 2008 la percepción positiva alcanzaba al 80% (pero sólo un 58,34 para el promedio). El 51% de los venezolanos encuestados en 2000 pensaba que los hijos vivirían mejor que sus padres, para 2011 esa cifra cayó al 21% (para el promedio regional fue de 35,83%).

Durante el largo proceso de des-democratización venezolano fue difícil saber lo que estaba pasando. Los índices internacionales no mostraban una mejora de la calidad de la democracia, y aunque se advertía su deterioro, no resultaba tarea fácil argumentar que la democracia venezolana estaba comenzando a producir no-democracia. La percepción ciudadana fue ambigua: la satisfacción con la democracia crecía a la vez que decrecía la confianza sobre el futuro.

Resulta complejo para el analista señalar los eventos particulares que desencadenaron la des-democratización venezolana, fueron muchos y a lo largo de un extenso período. Sin embargo, tampoco resulta arbitrario señalar aquellos que fueron claros ataques a las instituciones, procedimientos y funcionamientos que caracterizan a las democracias modernas. Pero cuando sucedieron resultaba un poco apresurado tipificarlos como eventos que desencadenarían des-democratización. Como cuando quitamos un grano de trigo de un montón, no podemos decir que lo que queda no sigue siendo un montón. Según nos cuenta Diógenes Laercio (Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres) fue Eubulides Milesio (s. IV a.C.) quien se percató de la falacia del continuum (él la formuló como la falacia del montón y del calvo) que consiste en asumir que pequeñas diferencias en una serie continua de sucesos son irrelevantes.

Estatizar un canal de televisión no parece menguar la libertad de expresión, estatizar un sector productivo no es suficiente para eliminar la libre iniciativa, controlar algunos precios no resulta suficiente para admitir el paternalismo, hacer algunas triquiñuelas no nos autoriza a… Y así, quitar algunos granos de trigo no parece alterar el montón hasta que los hemos quitado todos. Algunos sostienen que sólo la retrospectiva permite darle sentido a la falacia del montón; yo soy más prudente, es decir, conservador, prefiero atenerme a las arbitrarias convenciones que si bien siempre son un obstáculo para el cambio, también son una prevención para la des-democratización. Lo que le pasó a Venezuela les puede pasar a otros países, he ahí la importancia de plantear la cuestión de dar sentido a los pequeños cambios como promotores de la des-democratización.

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