La cuestión del “censo” tiene una dimensión moral que no hay que soslayar, pero tiene, también, una dimensión práctica y operacional para la política que no se puede evitar: volver eficaz la distribución de aquello que se requiere entre los que lo necesitan. En otras palabras: asegurarse que la urgencia sea atendida eficazmente. Muchas sociedades a lo largo de la historia han construido mecanismos tendientes a identificar a las personas en situación de pobreza, indigencia y, en situaciones extremas, con hambre. La famosa Ley de Pobres (Poor Laws) iniciada por Enrique III, relanzada por Isabel I y actualizada bajo el Sistema de Speenhamland no sólo constituyó la materia prima para debates entre economistas (David Ricado vs. Malthus), sino para reformadores sociales como Jeremy Bentham, además marcó los inicios de la propuesta conocida actualmente como Renta Universal Garantizada (Basic Income) y forjó, sin lugar a dudas, los distintos enfoques y prácticas sobre la política social contemporánea. Esto resulta interesante, pero es historia.